El desafío de los puesteros ambulantes en el centro de Monterrey: entre la necesidad y el orden.

El centro de Monterrey, corazón histórico y comercial de la ciudad, enfrenta hoy un fenómeno creciente: la proliferación de puesteros ambulantes en sus principales avenidas y plazas. Lo que para algunos representa una oportunidad para el sustento diario, para otros es un problema que afecta la imagen urbana, la seguridad y el orden público.

En los últimos años, el número de vendedores ambulantes ha aumentado significativamente. Desde alimentos preparados hasta ropa, accesorios y productos electrónicos, las calles del centro han visto cómo el comercio informal gana terreno. Si bien este fenómeno no es exclusivo de Monterrey, su impacto en la vida cotidiana de la ciudad es innegable.

Por un lado, no podemos ignorar la realidad de quienes dependen del comercio ambulante como única fuente de ingresos. En muchos casos, se trata de familias vulnerables que encuentran en esta actividad una manera de sobrevivir ante la falta de empleo formal o salarios insuficientes. La pandemia de COVID-19 y la crisis económica que la acompañó agravaron esta situación, empujando a más personas al sector informal.

Por otro lado, este crecimiento descontrolado plantea problemas serios. El desbordamiento de los puestos afecta el tránsito peatonal, obstruye las banquetas y genera conflictos con los comerciantes establecidos que pagan impuestos y enfrentan una competencia desleal. Además, la acumulación de basura y el uso indebido del espacio público afectan la estética y funcionalidad del centro.

Frente a este panorama, las autoridades municipales se encuentran en un dilema complejo. Los intentos de regular el comercio informal suelen ser vistos como represivos o ineficaces. La solución no puede ser simplemente desalojar a los ambulantes, ya que esto no aborda las causas profundas del problema. En cambio, es necesario buscar un equilibrio entre la inclusión social y el orden urbano.

Una posible vía es la creación de mercados formales o espacios dedicados exclusivamente al comercio ambulante, donde los vendedores puedan operar bajo ciertas normas y condiciones. Este enfoque permitiría liberar las calles y banquetas, al tiempo que brinda a los puesteros una oportunidad de formalizarse. Sin embargo, para que estas iniciativas funcionen, es crucial involucrar a todas las partes interesadas: comerciantes, ciudadanos y autoridades.

La proliferación de puesteros ambulantes en el centro de Monterrey no es solo un problema de espacio, sino un reflejo de las desigualdades económicas y sociales de nuestra sociedad. La solución requerirá empatía, diálogo y estrategias innovadoras que atiendan tanto las necesidades de los vendedores como el derecho de los ciudadanos a un espacio público ordenado y funcional.

Al final, la pregunta clave es: ¿podemos encontrar un punto medio que permita al centro de Monterrey prosperar como un lugar de oportunidades, sin sacrificar el orden y la calidad de vida de sus habitantes.

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